Los hermanos Apesteguía producen lana merino en la Patagonia austral

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El clima le viene pegando duro a la producción ovina de la Patagonia que pasó por una seca hace un par de años y luego soportó en 2020 grandes  nevadas que incrementaron la mortandad del rodeo. En este ciclo, otra vez el clima seco reduciría el nivel de señalada o destete de corderos.

En esas circunstancias desarrolla su actividad el productor Sebastián Apesteguía, que hace 10 años junto con su hermano decidió apostar por la certificación orgánica para transformar la lana merino que genera su majada en una especialidad y salir del mercado de los commodities.

El campo de los Apesteguía está situado en Santa Cruz, a 70 kilómetros de Puerto Deseado y a 300 kilómetros de Comodoro Rivadavia, en la meseta central, un área semidesértica característica de la Patagonia Austral. Su abuelo comenzó a producir allí a inicios de los años 50 y, si todo va bien, espera Sebastián que lo sigan trabajando sus sobrinos.

“Manejamos 37 mil hectáreas. Suena algo impresionante para otros lugares del país. Sin embargo, no podemos pasarnos de los 5 mil animales por año pastoreando, porque si no las condiciones nutricionales no serían las óptimas. La carga es de una oveja cada 8 hectáreas”, explicó.

Apesteguía contó a Bichos de Campo en qué consiste la producción ovina orgánica y qué beneficios productivos y económicos le reporta.

“Hacemos todo dentro del marco de un protocolo, no usamos agroquímicos, y tenemos un determinado manejo de los residuos y su disposición final. También tenemos que acreditar determinada producción forrajera y carga animal para que no pasen hambre. Por eso se hacen estudios de pastizales, que permiten calcular la cantidad de ovinos que se pueden tener en el campo, todo eso lo certifica una empresa argentina llamada OIA (Organización Internacional Agropecuaria)”, enumeró el productor.

Además también certifican el bienestar animal: “Son 5 puntos a respetar, el principal es que las ovejas no pasen hambre, que no pasen sed, el trato y manejo; todo eso está certificado, tenemos todos los años una inspección, hay que presentar documentación para avalar los procesos y eso a nivel internacional y en los mercados es muy aceptado. Por eso hace más de 10 años que lo hacemos”.

Todo eso en un marco geográfico y climático no muy amigable y en muchos años por demás hostil. Además de enfrentar los humores del clima y la escasez de forrajes que son propios de la región, los dos hermanos tienen que convivir con depredadores como el zorro colorado y gris, el puma y también el guanaco, especie silvestre que compite con los ovinos por pastizal y el agua.

A pesar de todo el resultado obtenido es positivo. Cuando comenzaron a la certificación orgánica, hace más de una década, debieron bajar la carga y recién hace 5 años que las laneras demostraron un interés más marcado por este tipo de productos. “Hay demanda internacional por estos lotes, hay plus económico que ronda el 8 a 10% por encima del producto convencional”, contó Sebastián.

Apesteguía se refirió a cómo los afecta a ellos el desdoblamiento cambiario. “Hoy una lana de mi zona de 20 micrones con un rinde de 50% está en 4 dólares, que nos los cambian a 92 pesos”, es decir al valor oficial mayorista. Eso afecta la rentabilidad de las empresas que venden con un valor del dólar pero deben comprar insumos que muchas veces se rigen a otro valor mucho más cerca del dólar blue, MEP o bolsa. El combo afecta la posibilidad de realizar inversiones o mejoras tanto en genética, forrajes o infraestructura.

Fuente: Bichos de Campo