El desafío de asociarse para defender el precio y vender “mejor”

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Andrés Jolly repasa su historia familiar como productores ovinos de Puerto Deseado. Analiza la situación comercial y afirma que además de las certificaciones, los productores pueden asociarse para vender mejor y defender así su producción.Su historia familiar viene de tres generaciones atrás. Su abuelo Constantino Solís y su mujer llegaron de Francia y desembarcaron en San Julián. “Vinieron a probar suerte”. Constantino trabajó en algunas estancias de la zona, hasta que se encontró con un amigo francés que estaba de encargado en la estancia La Henriette. Pasados los años, quedó como encargado ahí y crio a toda su familia. Después compró la vecina estancia “La Unión” a unos hermanos alemanes y finalmente se compró “Cerro Mojón”. Cuando falleció, dejó cada una de las tres estancias a sus tres hijos varones y a las mujeres les dejó propiedades en Deseado y fueron compensadas por la diferencia.

Así arrancó la historia de Andrés Jolly, productor ovejero de la provincia, hoy a cargo de Cerro Mojón, quien además le alquila a un pariente “La Unión”. Para diversificar, han desarrollado el negocio de las perforaciones, tanto para agua como para petróleo. “Ese negocio hoy banca lo que nos está pasando con el ovino”, reconoce.

Los campos están en una zona, la meseta central, de campos pobres en agua, con baja receptividad de animales. “En casi 40.000 hectáreas tenemos unos 3.500 animales, no son campos de alta producción, pero se mantiene lo que se puede, con la genética y las estrategias de manejo que se puedan adoptar acá”, contó Jolly.

Con el tiempo se dieron cuenta que una de las claves era certificar lo que ya venían haciendo bien en un contexto natural reconocido internacionalmente: “Producimos lana merina de 19 micrones con certificación orgánica y RWS, de Bienestar Animal”, relató.

Jolly reconoce que los últimos años ha habido un cambio generacional positivo que favoreció la incorporación de todas estas tecnologías. “Se adoptaron las certificaciones, pero también la energía solar y eólica para bombas de agua e iluminación, así como otras cuestiones de manejo”, contó. También se está adoptando cada vez más -aunque no en la zona donde está Jolly- el pastoreo regenerativo, acotando los cuadros de pastoreo y dejándolos descansar para cuidar el pasto natural. Y el estudio de pastizales, para determinar a ciencia cierta cuánto pasto disponible habrá y elaborar una recomendación de carga por hectárea.

Sin embargo, uno de los problemas cuando se hacen estos estudios es que no se cuantifica la cantidad de guanacos que también se alimentarán de ese pasto y esas aguadas. “La expansión del guanaco nos sigue teniendo mal, el problema es grave y ha corrido a muchos productores que no aguantaron y terminaron cerrando la tranquera”, lamentó Jolly.

El asunto es que cada “luz” que se apaga significa “campo libre” para los guanacos, que avanzan hasta el campo vecino. “El tiempo pasa y a nosotros se nos va la vida en esto, pensá que en el macizo central tenemos 8 millones de hectáreas desocupadas”, contó. Y agregó: “Es una pena porque la Patagonia se hizo con la oveja y hoy está en jaque por distintos motivos, no sólo el del guanaco, también el económico, la inflación, el dólar al que cobramos la lana y al que pagamos los insumos, no se puede planificar”.

Sequía

A todo este contexto macro se suma la sequía, que en la Patagonia no empezó en 2023, sino que ya viene de varios años con regímenes pluviométricos por debajo de la media o, en los casos en los que llueve, lo ha hecho a cuentagotas y en épocas en las que ya la producción estaba sentenciada.

“Hace unos días fui a señalar corderos y tuve apenas 30%, corderos muy chiquitos, que no sé si van a llegar a la esquila y también habrá menos borregas que lleguen sin estar listas a la época de servicio, lo que repercutirá en la cantidad de corderos y, por ende, de lana para los próximos años”, sentenció Jolly.

Es cierto que los pronósticos auguran el fin de la Niña, que dio paso a una fase neutra, y empezaría un efecto Niño. Pero pareciera que el daño ya está hecho. Y el final de la película se verá en los próximos meses.

Desafíos

Consultado sobre los desafíos para los productores de la región, Jolly apunta al asociativismo. “Hoy tenemos una cadena de comercialización desarticulada, tenemos que buscar herramientas para mejorar la parte que nos queda en la venta y para eso hay que capacitar a los productores y buscar asociarse, porque nosotros producimos lo que el mundo quiere, pero tenemos que saber venderlo”, explicó el productor.

“Tenemos un cuello de botella para comercializar, a nosotros nos pagan poco en el campo y en la góndola vale mucho, el desafío es asociarse y defender mejor el producto en la venta”, opinó

Fuente: La Opinión Austral