Vivir con el básquet al servicio de la gente
Pareciera que hubiera nacido con el deporte impreso en el pecho, lo practica desde muy chico y hoy con casi 52 años enseña y trabaja para que la actividad no se pierda. A Marcelo “Grillo” Gómez el básquet le cambió la vida. Tenía 9 años cuando se acercó a la escuela municipal para empezar una actividad que desconocía y se apasionó, “me atrapó apenas empecé las primeras clases, creo que nos elegimos mutuamente”.
El básquet para los niños en Puerto Deseado comenzó en el ámbito municipal, los clubes buscaban implementarlo en las categorías federadas, pero no le daban importancia a las formativas, “ni le dan en la actualidad, por eso no termina de hacerse una disciplina plena, no tiene una destacada continuidad” cuenta el profesor.
“En los principios no teníamos clubes, así que salimos a los comercios a buscar sponsors y así surgieron los torneos comerciales que aglomeraban muchos adeptos a la actividad, pero terminaban los torneos y otra vez nos quedábamos en pampa y la vía ” indica a Deseado Noticias y busca consuelo en saberse un hombre que ha hecho mucho , y lo sigue haciendo, por el deporte. “El básquet para mí siempre es un cable a tierra, lo fue en mi infancia y lo es ahora que tengo 52 años, pero cuando era más joven era tener disciplina, constancia y eso me hizo formarme de otra manera, con otra mentalidad”.
Gómez hace 43 años que anda picando la pelota y tirando al aro, “me atrapó cuando tenía 15 años, cuando tuve mi primer viaje con niños de 5 y 6 años a Rawson. A esa edad ya era monitor, me di cuenta que iba a ser parte de mí para toda la vida” expresa y se explaya con orgullo que hoy ve que tiene la tercera generación de muchos de sus alumnos, “y veo a sus padres de más de 38 años que llevan a sus nietos o a su segundo o tercer hijo a practicar la disciplina y me siento orgulloso que ellos me reconozcan y que le digan a ellos o a mis hijas “El era mi profe cuando era chico”.
La disciplina lo formó en todo lo que es e intenta ser hoy, buen padre, buen hijo, buen amigo y ante todo buena persona, “y lo mismo pretendo que sean mis alumnos, lo cual en estos años lo he logrado”.
“Mi vida sin el básquet hubiera sido un desastre. Ni me quiero imaginar. No por mis padres, porque ellos siempre me apoyaron en todo y nos dieron poco o mucho, pero siempre nos dejaron hacer lo que nos gustaba” asevera en relación a las decisiones que desde pequeño afrontó para ir con el deporte a todos lados.
Si hay algo que no se le puede reprochar es el amor al deporte del baloncesto que le brota por los poros y mucho menos lo que hace por él. En el 2022 creó la escuela en el club San Lorenzo, que después de 80 años armó una cancha y le dio lugar al mismo. Hoy cuenta con casi un centenar de alumnos y hasta tiene categorías federadas en ambos sexos. En el 2023 se puso al hombro el armado de dos canchas de básquet barrial y lo hizo, sin pensar nada, solo en llegar con la disciplina a todos los rincones de Puerto Deseado. “Trabajo por el deporte porque a mí me dio muchísimo, me sacó de las malas juntas y de la calle, me dio vitalidad, me renovó y me dio una vida distinta”.
Para él la actividad no termina de despegar y esto se debe a que “siempre se apostó a traer gente capacitada de afuera y nunca dejaron nada y se ocuparon de las categorías competitivas y se olvidaron de las formativas y ese es el error, hay que ir de abajo hacía arriba, para que la semilla que sembramos sea cosecha con su maduración y el básquet mantenga atrapados a quienes lo practican, pero eso se mama de abajo, sino es imposible quererlo con el alma y la vida”. Marcelo “Grillo” Gómez ha ganado más de lo que perdió, sólo espera que en el futuro sus hijas sigan sus pasos, hoy lo hacen jugando y usando, al igual que él, el 7 en la espalda, “mi número de la suerte, el que nunca me abandonó en los partidos”.
Ojalá alguna vez alguien entienda que un pibe deseadense ha hecho mucho por la actividad que cualquier otro profesional. Lo hizo silenciosamente, por amor, pasión y con dedicación. Lo hizo porque a él le hizo bien, le enseñó valores, lo sacó de la calle y hasta los alejó de posibles adicciones.
Vivir con el básquet al servicio de la gente, trillada frase de quien desde los 9 años agarró un balón y lo arrojó al aro. Quizás se deba aprender que no hace falta tanto, solo ganas. Quizás, cuando “Grillo” parta para el “otro mundo” se aprenderá que hubieron muchos que hicieron algo por el básquet, pero que ninguno lo hizo de manera desinteresada. Ese día se aprenderá a valorar acciones que valieron la pena, como lo son este legado que va dejando en la huella Marcelo Gómez.