Julio Carrizo un bohemio servidor que eligió Deseado y su gente lo eligió a él

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Este 09 de julio hubiese cumplido 90 años, su incansable bohemia, su vida de trasnoches y su amor al cigarrillo, se lo llevaron muy pronto, a unos días de cumplir 62 años. Su paso por Deseado aún es recordado por sus oyentes y admirado por los trabajadores rurales.Julio Carrizo, “Piquito” o “Caña hueca”, se codeaba con todos los grandes cantores folklóricos, Facundo Cabral, Mercedes Sosa,  Guarany, Cafrune, entre otros, sin embargo eso no le impidió decidirse a venir a vivir a Puerto Deseado, una inhóspita ciudad del sur de la Patagonia que lo atraparía y lo haría suya, tan suya que sus restos descansan en el cementerio local y hasta tiene una calle y un estudio de radio con su nombre.

Fue un animador de festivales, alma máter de centenares de jineteadas, profundamente querido por la gente de campo, a la que le habló de corazón y en su mismo idioma, reivindicó a los payadores, a los cantores populares y tenía una casa sin llave en la que siempre había amigos invitados.

28 años después de su fallecimiento, su hijo Julio se sigue asombrando del permanente recuerdo de su padre en Puerto Deseado, “es que era entrador, donde iba dejaba su marca”, explica Carrizo hijo, desde su residencia en Vicente López, Buenos Aires, con una voz emocionada y cada vez más similar a la de su padre.

“A principios del año 90’ me dice que se va a ir a vivir a Comodoro Rivadavia, allí vivía el Pampa Tábarez, de quien él fue su mentor. Sin embargo, cambió de rumbo por una propuesta laboral se fue para Puerto Deseado. Mi padre y yo teníamos una relación con altibajos, el era un bohemio. A mi madre y a mí eso no nos gustaba mucho, pero su partida a esa ciudad nos unió más, ya que mi madre había fallecido dos años antes” comenta el médico que hace un alto en el camino en sus agitados días y lo recuerda en Deseado Noticias.

Criado en cuna folklórica, Carrizo, era dueño de una sabiduría y un señor de clase media que se rodeaba con la alta, pero que amaba la baja, con quienes le gustaba compartir sus días en la ciudad portuaria. “Evidentemente encontró su lugar en el mundo, como siempre me lo decía él. Debe ser por ello que se lo recuerda tanto. Creo que el secreto estaba en que el llegaba al corazón de la gente, tenía el don de la palabra, una manera de hablar que emocionaba, acudía a ciertas licencias oratorias que hacían que pudiera penetrar en los recuerdos más profundos de la gente, quizás todo eso provocaba que la gente lo quiera, como aún lo quieren”.

“Recuerdo que conocí Deseado en 1995, cuando tuve que viajar para traerlo a internar a Buenos Aires por su problema de epoc, también fue en el mes de julio, ahí entendí porque había elegido esa ciudad. El entonces gobernador,  Puricelli  envío una máquina para sacar la nieve de la pista y que pueda aterrizar el avión sanitario que había dispuesto para su traslado, ya eso era un gesto que hablaba de quien y como era mi padre” indica Carrizo, y aclara, “pero lo mejor vino después. El camino del hospital hasta el aeródromo nos acompañó una multitud en vehículos y toda la agrupación Makamenke y peones rurales montados a caballo, era un pueblo entero marchando y pidiendo por la mejoría de mi padre, era emocionante, y lo sigue siendo, ver el cariño hacia él y la demostración de amor que le daban” cuenta con una voz entre cortada por la emoción de recordarlo.

La vida de Julio Carrizo siempre fue rara, ver a un hombre de traje mezclado entre la paisanada, hablándole de igual a igual, sin haber pisado alguna vez un campo no era común, pero don Julio tenía ese don, el de acercarse a ellos y ser uno más de ellos, “adoraba estar entre los gauchos, amaba la jinetada, le gustaba estar con la peonada, era muy raro verlo allí, porque él había trabajado en el campo de muy chico, pero muy poco, era un caradura que sabía interactuar con todos, un bohemio que le gustaba vivir el día”.

El recuerdo permanente de “Caña hueca” para aquellos que atesoran la historia de Puerto Deseado es casi permanente, eso lo enorgullece a su hijo, que tiene muy presente su paso por esta ciudad y la emoción que le provoca saber que a 28 años de la partida de su padre se siga reconociendo su voz y extrañando su presencia.

La radio a la que él tanto amó, AM 740 LRI 200, le brindó su homenaje bautizando el estudio principal con su nombre. En el 2017 el Concejo Deliberante impuso el nombre a una de las calles principales de la zona de chacras, lo hizo gracias al amor profundo de su gente que lo pidió, y los ediles eligieron ese sector porque era el que más identificaba a Carrizo, más allá de sus constantes codeos con los políticos de turno o su amistad con la familia de Eva Duarte o el propio gobernador de Santa Cruz Arturo Puricelli. “Me emociona saber que lo recuerdan, sobre todo la gente más joven, que hoy tienen 30 o 40 y pico y conocen la trayectoria de mi padre. Se agradece y se estima mucho todo lo que han hecho por él y para que su memoria siga presente”.

“El tango y el folklore, son la esencia de un país que vive y canta, y que al decir Argentina se agiganta, para que el mundo admire su presencia. Entonces, el poema arrabalero, la música y costumbres de estos pagos, se vuelven todo canto aquí, en Deseado, para abrazar al país…. que tanto quiero” quizás la frase más emblemática de la radiofonía deseadense, fue escrita y pensada por este hombre de estirpe arrabalera, pero de esencia gaucha.

Don Julio Carrizo, Caña Hueca, Piquito, hizo de su “Abrazo al país” un programa de todos, fue modelo e inspirador para muchos que se animaron a la locución. Fue la voz y el abanderado de los peones alejados de la urbanidad, fue el mensajero rural que día a día esperaban en el campo, fue el bohemio que se rodeó de cantores y le abrió las puertas de su “rancho”.

No habrá, ni hubo otro igual, lo saben aquellos deseadenses que peinan canas y esos que están en el intermedio. Es que Carrizo, fue mucho más que un conductor o animador en el micrófono. Fue un profundo servidor del prójimo que desde su lugar hacia lo imposible y usaba sus influencias para mejorar cada situación.

Quizás el tiempo le de una memoria más extensa a Puerto Deseado para darle el valor necesario del recuerdo imborrable de aquellas mujeres y hombres que marcaron la historia de este pueblo y para que las nuevas generaciones conozcan como se fueron forjando, y sepan el por qué de sus nombres en las calles o en los lugares,  pero sobre todo para entender que hubieron tiempos en que personas como Don Julio marcaron un antes y un después en la vida de esta población.  

 

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