Tras los pasos de Darwin en “la Galápagos Patagónica”

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En 1833 el naturalista inglés Charles Darwin supo acampar en la desolada ría de Puerto Deseado. Su paso por este lugar quedó eternizado en minuciosos apuntes diarios. Actualmente, es retomado en excursiones muy demandadas por visitantes que se emocionan al conocer la riqueza paisajística del lugar y volver sobre los pasos de aquel personaje que revolucionó la historia.

El llamado “Campamento de Darwin” está ubicado hacia el sur de la ciudad de Puerto Deseado, a una hora y media de viaje en camioneta; unos 42 kilómetros ría adentro. Para llegar, hay que tomar inicialmente la Ruta Nacional 281, por un tramo de aproximadamente 20 kilómetros hasta un desvío hacia el suroeste por la Ruta Provincial 47, que es de ripio. Tras atravesar la ría por un puente, 20 kilómetros de camino llevan a una estancia que data del siglo XIX y que es abastecida actualmente con energías renovables.

La excursión brinda la oportunidad de contrastar vívidamente los apuntes del naturalista inglés Charles Darwin, con un paisaje desolado, en el que hay elementos de la naturaleza que perviven siglo y medio después, tal como fueron descriptos.

Los turistas pueden optar entre dos modalidades de excursión: una de día completo y otra de pernocte, que se extiende a tres días y dos noches.

DOS MANERAS DE ADENTRARSE EN LA HISTORIA

El recorrido comienza arrancando el día. Hasta ocho personas comparten el viaje: una excursión hacia lo más extremo del paisaje patagónico y un viaje en el tiempo hasta 1833, e incluso más atrás todavía.

En el camino, el paisaje es predominantemente de estepa abierta, de una llanura sin fin. Tras atravesar la ría, la camioneta encara hacia una antigua estancia patagónica, que se conserva con los rastros de los primeros colonos que arribaron a estas tierras. La casa, empero, en línea con el turismo sustentable, se abastece con energía solar y lámparas de bajo consumo.

Un desayuno con té, café, mate, leche con chocolate y budines caseros o pan con mermelada y manteca, llena de fuerzas a los viajeros para emprender la jornada. En camioneta, la excursión continúa 12 kilómetros hacia el este, donde se encuentra el tan mentado “Campamento de Darwin”, con un mirador panorámico, las cuevas con las pinturas rupestres, armazones de piedras gigantes de 50 a 60 metros de altura.

Según la disposición de los visitantes y el estado del clima, se puede seguir caminando o hacer una pausa para dejarse conmover por un paisaje tan extraordinariamente gigante, que cada persona queda inmensamente pequeña frente a cada elemento del entorno.

Una de las modalidades de excursión, contempla una salida temprano a la mañana y la vuelta a la tardecita. La otra, toma tres días y dos noches de alojamiento en la estancia. Esta alternativa permite que sea más tranquilo y placentero cada momento de la excursión, un tiempo menos exigente y conocer cada rincón de la estancia: sus inmediaciones, el viejo galpón de esquila, la biblioteca, entre otros espacios.

Vale decir que Puerto Deseado, que actualmente, tiene precisamente uno de los puertos más importantes de la Patagonia, supo tener como principal actividad económica a la ganadería y que, para ello, estas estancias tenían una relevancia sustantiva. Tal es así que la ciudad misma fue construida de espaldas al mar.

De los tiempos de la Puerto Deseado ganadera queda el edificio de uno de sus boliches, cuyas paredes eran empapeladas con tela de arpillera y diarios. Tal cobertura, que en aquel entonces pretendía mitigar el impacto del viento, hoy constituye un testimonio de la historia, al quedar al descubierto los recortes periodísticos.

Otro atractivo de este recorrido es la visita a un viejo almacén de ramos generales, que por la década de 1920 supo pertenecerle a José Font, Facón Grande, mártir de las huelgas rurales patagónicas de 1921, que se relatan en la película “La Patagonia Rebelde”.

DARWIN EN PUERTO DESEADO

En el diario de viaje de Charles Darwin hay un capítulo dedicado exclusivamente a su estadía en Puerto Deseado, “la Galápagos Patagónica”, en la Navidad de 1833. Con sorpresa, el naturalista supo considerar a este lugar como el más alejado del mundo, una grieta de rocas en medio de la inmensa llanura.

El estudioso se asombró con restos fósiles encontrados en este lugar, que lo llevaron a indagar sobre la extinción de las especies y sus causas. Y particularmente, también tomó nota de las aves que no vuelan y a partir de su observación del ñandú, el pingüino y el pato vapor, profundizó su análisis sobre la adaptación al entorno.

El mirador desde el cual Darwin supo dar rienda suelta a su contemplación y su análisis; casi dos siglos después, perdura como un atractivo único para quienes gustan de llenar de imposibles sus miradas.

Fuente: El Patagónico