Novak Djokovic, campeón del Australian Open

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El serbio le ganó a Daniil Medvedev conquistó su 18° título de Grand Slam. Novak Djokovic se burla de la historia. Llegó para reescribir los libros y elevarse en el monte de los Dioses del tenis. Si Roland Garros es el hogar de Rafael Nadal y Wimbledon el jardín de Roger Federer, el Australian Open es el paraíso de Nole.

En la batalla final de Melbourne, el número 1 del mundo minimizó al ruso Daniil Medvedev derrotándolo por 7-5, 6-2 y 6-2, en 1h53m: así, conquistó su trofeo número 18 de Grand Slam, recortando la distancia con los 20 majors de Roger y Rafa, en la carrera por ser el tenista con más grandes de todos los tiempos. Djokovic se encumbró como el segundo tenista hombre de la historia en ganar, al menos, nueve títulos en un mismo Grand Slam (Nadal es el otro, con trece copas en el Abierto de Francia).

Djokovic, un superdotado con raqueta que se aseguró seguir en la cima del ranking y superar (el 8 de marzo próximo) el récord de Federer de mayor cantidad de semanas liderando las posiciones (310), nunca perdió una final dentro del Rod Laver Arena (la primera celebración fue en 2008, cuando era 3° del mundo, ante el francés Jo-Wilfried Tsonga). De esta manera, consiguió su título número 82 y sólo lo superan Jimmy Connors (109 títulos), Federer (103), Ivan Lendl (95) y Nadal (86).

Djokovic comenzó el partido con aplomo, decidido y eléctrico de piernas, frente a un rival que se mostró tenso en los primeros minutos. Con la autoridad que le transmite haber dominado cada rincón del Rod Laver Arena como nadie, muy pronto el serbio le generó dudas al ruso, le rompió el servicio en el segundo game y velozmente llegó al 3-0. Sin embargo, con coraje y orgullo, Medvedev reaccionó rápido, empezó a defenderse y a contragolpear con autoridad, recuperó el quiebre y llegaron al 3-3. El match se convirtió en un duelo con tiros de rayo láser y peloteos cinematográficos. Pero Medvedev sacó 0-40 y 5-6: levantó dos chances de quiebre, pero no pudo con la tercera. Nole, el escapista, le huyó al tie-break, celebró y se fue a sentar al adueñarse del primer set (7-5).

En el segundo set, Medvedev mostró, de inmediato, que todavía no estaba dispuesto a resignarse en la final y le quebró el servicio al balcánico en el primer game (1-0). Pero Djokovic, un tenista imponente que domina la mente de los gladiadores más feroces, no le permitió elevar el ánimo y le respondió rompiéndole el saque (1-1). No se quedó allí y volvió a concretar el rompimiento, con frialdad y precisión, en el cuarto juego (3-1).

El ruso, incómodo y jugando con tiros cortos, empezó a maldecir, su semblante se fue alterando y muy poco se asemejó a ese robot implacable que arribó al día final en el Melbourne Park con un invicto de 20 partidos. De hecho, cuando Djokovic se adelantó 5-2, Medvedev descargó su furia haciendo añicos la raqueta. Antes de que el reloj marcara la hora y 20 minutos de partido, Djokovic, con una elasticidad asombrosa y uno de los mejores restadores del circuito, volvió a quebrarle el servicio al moscovita y se quedó con el segundo set (6-2).

Definitivamente no se trataba de la noche de Medvedev (ascenderá al número 3 del ranking). En el arranque del tercer set puso en aprietos a Djokovic, generándole dos chances de quiebre, pero el balcánico se defendió con maestría y, como si fuera poco, aceleró y lo pasó por arriba tenística y mentalmente, ganando tres games consecutivos (3-0). Recién cuando el reloj marcó una hora y 45 minutos de juego, con Djokovic sacando 4-2 y 15-30, Medvedev (buscaba convertirse en el tercer ruso en ganar un título de Grand Slam después de Yevgeny Kafelnikov y Marat Safin) ganó un intenso punto que le dio un poco de ánimo y lo impulsó a pedirle apoyo al público, que respondió de inmediato. Pero el entusiasmo al jugador entrenado por el francés Gilles Cervara le duró muy poco.

Djokovic es invencible en el cemento azulado australiano y no le dio chances de levantar la puntería. Entrenado por el croata Goran Ivanisevic (campeón de Wimbledon 2001) y con un argentino como fisioterapeuta personal (el santafesino Ulises Badio, que hizo un valioso trabajo ayudándolo a rehabilitarse de molestias abdominales), Djokovic terminó su artística actuación con suma autoridad, con valiosos registros: 3 aces, 67% de primeros servicios, 73% de puntos ganados con el primer saque y 58% con el segundo, 20 tiros ganadores, 17 errores no forzados y siete quiebres.

Medvedev, en su segunda final de Grand Slam (había perdido la definición de Flushing Meadows 2019 ante Nadal), no pudo prolongar su racha triunfadora en el circuito: no perdía un partido desde octubre pasado, ante el sudafricano Kevin Anderson, en los cuartos de final del ATP de Viena. Desde entonces había ganado los títulos en el Masters 1000 de París-Bercy, la Copa de Maestros en Londres, cuatro partidos en la campaña del título ruso en la ATP Cup y seis encuentros en el Abierto de Australia.

Djokovic, que esta vez en Australia sacó como nunca antes en un Grand Slam (arribó a la final con 102 aces, una estadística inédita en su repertorio), amplió a once triunfos consecutivos su racha frente a jugadores del Top 10 en el primer grande de la temporada: no cede ante un jugador de esa jerarquía en el Melbourne Park desde que cayera ante el entonces N° 8, el suizo Stan Wawrinka, en los cuartos de final de 2014. Además, con más de 145 millones de dólares en premios por torneos durante su carrera, Nole embolsó, por conquistar el Grand Slam aussie, un cheque de 2.750.000 dólares australianos (US$ 2.163.000), mientras que el subcampeón recibió un premio de AUD 1.500.000 (US$ 1.180.000).

Fue una noche memorable para Djokovic. “Rod Laver Arena, te quiero cada año más. La historia de amor continúa”, dijo Nole durante la premiación. No miente. Australia es su reino. Y va por más, por mucho más.

Fuente: La Nación