A los 98 años falleció la querida hermana Hosanna Mangolini

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Este martes, en Buenos Aires dejó de existir la Hermana Hosanna. Querida, amada y recordada por todos aquellos vecinos de Puerto Deseado que pisaron alguna vez el Instituto María Auxiliadora. Permanentes recuerdos de una religiosa imposible de olvidar.

Alguna vez, el portal de noticias el Observador Central escribía quemás allá del dolor y en medio de la oscuridad esta la luz del amor y la inmensidad de la entrega completa … los frutales, los campos, los animales y su bella familia, a quien seguramente el todopoderoso volverá a reunir en algún lugar donde Hosanna siga entregando su amor infinito”.

Tan profundas como ciertas las palabras de quien redactó dicha nota. Hasta sus 88 años estuvo en Puerto Deseado, ciudad a la que ella abrazó como suya y a la que siempre pedía y quería volver.

Había llegado a la Argentina en el año 1945 siendo ya religiosa, deseaba continuar su tarea evangelizadora en nuestro país. Luego de unos años fue designada a la ciudad portuaria,  ya había estado en la época del pupilaje en Puerto Santa Cruz, allá por el año 1982. Cuatros años más pasó por San Julián para luego desembarcar en la localidad costera. Allí hizo su casa, trabajó con jóvenes ladronzuelos a quienes apuntaló y los convirtió en hombres hechos y derechos. Pero un día se marchó, otro día volvió, se fue, volvió…y siempre volvió.

Tantas idas y venidas hizo que varias generaciones de familias contemplarán esa sonrisa gigante, ese amor inmenso y ese servicio inmerso en su vocación religiosa.

Tantas palabras se podrían escribir de quien era Hosanna Mangolini para gran parte de los deseadenses. Quedarán los recuerdos, sus bellísimos jardines, sus inquietas manos para tocar y hacer florecer, sus consejos, sus palabras, la alegría y la sonrisa y ese interminable lazo que unió a esta italiana con Puerto Deseado.

Ojala sea este el momento para que aquellos que llevan los destinos de la ciudad se acuerden de la abandonada rotonda de Hosana, y aunque sea planten un árbol en su honor. Ojala esa contagiosa vida de paz y de servidumbre no quede en el olvido y sea siempre la “monjita” de las ricas comidas y de los grandes frutos.

Descanse en paz…y gracias, simplemente gracias!!.