Deseadense bajó el Río Santa Cruz solo con su Kayak

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Ojalá lo pueda hacer se dijo un día, y lo hizo. Inició primero una travesía rumbo a Alaska y en el medio se le ocurrió esta locura. El cordobés más deseadense del mundo sigue su vuelta en búsqueda de cumplir su sueño. A los 57 años se propuso hacer lo que siempre había soñado y se largó. En el medio le pasó de todo, parte de esa historia la cuenta en tas líneas que nos hizo llegar para saludar a todos los vecinos de su querido Puerto Deseado. 

A un año y ocho meses de haber iniciado el viaje Deseado-Ushuaia-Alaska y con motivo de conmemorarse el 139 aniversario del pueblo que me adoptó, es que aprovecho la ocasión para saludar a todos los habitantes y amigos de Puerto Deseado.

Permítanme regalarles la experiencia de haber bajado el Río Santa Cruz en kayak, con el frío de un cercano invierno y solo.

Creo que la idea me empezó a quemar como una llama cuando se hizo el anuncio de la construcción de dos represas en el Río Santa Cruz, causando malestar esta noticia en muchos habitantes de la provincia y del mundo entero, y caer en cuenta de que a partir de eso el río no volvería a ser el mismo, ya nunca más libre, ni limpio, ni prístino como en el comienzo de los tiempos. Sería alterado para siempre y su curso sufriría daños irreparables. Se inundaría la cultura de los primeros habitantes, desapareciendo chenques, picaderos y artefactos. El daño colateral con la flora y fauna sería irreversible, incluyendo glaciares y periglaciares, sin olvidar al Macá Tobiano que sería condenado a la extinción sin retorno. Todo debido a la falta de un estudio ambiental responsable con consecuencias inimaginables que nunca fueron calculadas empíricamente.

Llegué a el Calafate el 28 de diciembre de 2021 con el motor de mi minivan diciendo basta. La volkswagen estaba totalmente equipada para el viaje que había empezado, y que duraría unos cuatro años y unos 60 mil kilómetros. Al día de hoy me encuentro en Ecuador habiendo recorrido 27 mil kilómetros. 

Este acontecimiento, o el destino quizás, hizo detenerme en Chopen, Resto y cervecería artesanal. Y ahí estaba David, con toda su enormidad de persona y quien me apadrinaría los meses siguientes. Comienzo de una amistad para toda la vida y un trabajo por cinco meses.

A medida que pasaban los días crecía en mi hambre de bajar el río. El río me llamaba, y su rugido me ensordecía cada vez más, y más por las noches de soledad. Los obstáculos eran muchos. Mi kayak no era el adecuado. No tenía quilla, ni timón, yo no tenía ropa adecuada, ni elementos de comunicación, ni de localización. Lo que me sobraba eran las ganas de cumplir mi sueño, de bajar los 400 km de río que va desde la cordillera al Atlántico. Había llegado el momento de tratar de alcanzar un peso saludable, que me costó, porque lo que más me gusta, saben los que me conocen, es un buen fuego y un cordero con salmuera.

El trabajo en Chopen y la venta de sahumerios en el centro me sirvieron para invertir en el proyecto. Mientras tanto caminata y ejercicios me ayudaron a alcanzar la meta física.

Las subidas y bajadas del Calafate me llevaron a conocer a la familia del Pana, Andrea y el Pana con sus hijos, sin saberlo llegarían a cumplir un rol fundamental en esta empresa que latía cada vez más fuerte.

OJALÁ. Esta palabra tan bonita que usamos a diario tiene un significado que resuena fuerte, “Que participe Dios”. Así bauticé a la minivan, a la moto que tengo ahora…y al kayak, para dotarlos de espíritu.

Los días y semanas se sucedían y sentía todo cada vez más cerca. Y es que el río estaba ahí y me esperaba indómito, serpenteante y helado, desafiante, proveedor, listo para los osados y revolcándose y lanzando a los vientos sus últimos gritos de libertad.

En enero presenté mi proyecto a gente del Calafate. En febrero ya había desistido de hacerlo con compañía. En marzo llegó frío, y en abril las primeras nevadas, los días fríos y noches largas anunciaban el invierno. La decisión estaba tomada. Me despedí de mis compañeros de Chopen sin decirles el porqué. ¡No lo aprobarían!

El río parece manso en su recorrido, solo asustan los remolinos en su cause y la estrechez al pasar los diques de las represas, que hacen que alcance mayor velocidad tornándose un tanto arriesgado.

No faltaban los consejos y advertencias, no debería bajar el río sin condiciones de seguridad…y autorizaciones necesarias. Claro está, y pido perdón por eso, esa parte quedaría para otra historia. Mi sit on top me espera, valiente y emocionado como yo. Como equipaje llevaríamos coraje y un mensaje por un río Santa Cruz libre.

No hay nada más poderosa que una idea puesta en movimiento. Y fui al Pana y le dije que al otro día empezaba mi travesía. Al ver mi decisión, empecé con su ayuda y de su familia a preparar el viaje. Me prestaron una carpa y un chaleco salvavidas. Y construimos dos plataformas de telgopor para acarrear los pertrechos necesarios para el viaje.

Del río sabía poco, sabía que viajaba a 12 km/h, más un poco de velocidad que yo le imprimiera con el remo. Calculé emplear unos 5 0 6 días de remada. Pero debía lidiar con el viento y que me fuera a favor y enfrentar las bajas temperaturas que ya se hacían sentir en la cordillera.

El día 11 de mayo de año 2022 amaneció frío y nublado. Con ayuda de la familia subimos todos los pertrechos cachivacherío dijera doña Rosa Inayado. 09hs en punto estábamos en el al super y compramos algunos víveres, atún, arroz, café, yerba, fruta, una linterna y otra bolsa de dormir. Todo eso más utensilios de cocina fueron a bolsas negras.

A las 12hs del mediodía dejamos atrás el pueblo, las cartas estaban echadas, ya no había vuelta atrás, aunque la decisión final la tomaría en el agua.

Cuando llegamos al Puente Charles Furhr me asaltó una determinación temeraria. Había llegado el momento de hacer realidad lo que tanto había soñado. Después de los abrazos de despedidas las fotos y los deseos de buena suerte de Marcelo el Pana y Andrea y botamos el kayak al agua, a los pocos metros sentí que mi embarcación se inundaba. Había que lanzar lastre y en eso cosas fundamentales para la travesía. El segundo intento fue el definitivo y sentí alivio.

Ya en las aguas heladas me inundó el espíritu del río. A mil metros veía la primera curva y atrás mis amigos con los ojos inundados diciendo adiós y los perdí de vista. Por fin estaba solo, mano a mano con el río. Eran las 15hs del 11 de mayo de 2022.

Estoy escribiendo esto desde Ecuador, y echando una mirada retrospectiva siento nostalgia de aquellos seis días que pasé remando, acampando, siempre encontrando esas alamedas y caseríos abandonado guías que me proporcionaron un techo próspero y ralo, también leña para cocinar. Pero que desaparecerán cuando todo se inunde a cambio de energía.

Recuerdo haberle pedido permiso al río para transitarlo, a los dioses tehuelches que dejaran que el sol me calentara las manos, al viento que no sea tan inclemente, y a la lluvia que no llegue. A cambio yo le juré al río respetarlo y no dañar su esencia en su manso derrotero hasta juntarse con las aguas salobres del Atlántico.

Lo que siguió fue una sucesión de seis días de remo contra el viento y tratar de mantener el centro del cauce por la corriente rápida. Fogata, ropa puesta a secar, mate, mucha fruta, un guisito pelado eran el combustible para seguir. Por las mañanas me daba a la tarea de romper el hielo acumulado en mi nave y en la costa del río. A las 10 de la mañana me lanzaba al agua cada vez más entusiasmado y feliz. A grito limpio domaba las olas sintiendo en mi cuerpo la libertad. Orgulloso de mí. Seis días de un viaje de introspección, saludando a los guanacos y choiques que no se inmutaron por mi presencia. Una noche un zorro se quiso robar mi comida. Dormí muy cerquita de un cementerio con tres tumbas y me sentí protegido.

Mi travesía no se completó del todo, por un error de cálculo debí abortar la operación y debí ser evacuado. Faltaban cien km para llegar al estuario.

Creo que me demostré a mí mismo que se puede, y que pude ser la voz de todos los que queremos un Río Santa Cruz libre. También sé que soy unos de los últimos en hacer esta travesía en solitario. Me sentí muy pequeño y grande a la vez en ese entorno que se niega a desaparecer y que vivirá para siempre en el recuerdo de muchos de nosotros.

Dedico este viaje a los que luchan por la libertad del río, por la liberad propia, a mi familia y a los que como yo sueñan en grande. Les digo que se puede.

¡FELIZ CUMPLE PUERTO DESEADO

Miguel Pereyra, el cordobés

Ciudad de Cuenca, pcia de Azuay, República del Ecuador, 15 de julio de 2023.

Bajada del río