Por amor y recuerdo a su mujer volvió a Puerto Deseado

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Cuando Cacho conoció a Elena nunca pensó que se enamoraría, que formaría una familia y que su vida sin ella fuese extrañarla todos los días y recordar cómo fue su primer encuentro. Puerto Deseado tiene que ver mucho con esto.Era el año 1953 cuando al joven Juan Oscar Reina, recibido hacía poco de Meteorólogo, le destinan como lugar de trabajo el centro de meteorología de una pequeña población del norte santacruceño….Puerto Deseado.

Tomó un avión de LADE, de esos que venían con frecuencia, y aterrizó en la pista de tierra, se encontró con el frío y el viento de pronto. “Entre una y dos veces por semana aterrizaba un avión en el aeródromo deseadense con pasajeros, a pesar de que la pista no brindaba mucha seguridad” cuenta “Cacho” admirando la Ría por los gigantescos ventanales del hotel Los Acantilados, a Deseado Noticias.Es que llegó a la ciudad con dos objetivos, el primero de ellos recoger los restos de su suegro y llevarlos para reubicarlos junto a su amada esposa, “algo que no se podrá concretar porque fueron tirados, vaya a saber a qué parte. Lo cierto es que en el cementerio no están” indica un poco entristecido. El segundo de su propósito es mostrarle a su hijo Carlos el lugar donde nació su mamá Elena, “es que lleva más de 60 años sin volver, y siempre me decía que tenía que conocer la tierra de mi mamá, mis abuelos y en definitiva la tierra donde nació la historia de amor de mis padres” interviene Carlos Reina Lamacraft, hijo de don Cacho. La historia de Cacho Reina y Elena Lamacraft Bain fue muy profunda. Hija de pioneros habitantes de Puerto Deseado, Elena conoció a Juan Oscar y se enamoraron de manera inmediata, “estuvimos 10 años de novios hasta que nos casamos en Buenos Aires. En el año 1966 me salió el traslado y nos fuimos” recuerda y “los días en esta ciudad eran tranquilos, había pocos habitantes, todos nos conocíamos y había poco movimiento. Yo pasaba mis días entre el trabajo y el campo de la familia de mi señora, pero la pasaba muy bien”.El nonagenario recuerda que en su época había cuatro personas trabajando en el aeródromo, “dos en radios y dos meteorólogos. Yo vivía en la casa que se quemó, junto a tres de mis compañeros, ya que el jefe tenía la suya”.

Más de seis décadas después volvió a la tierra de su señora, vino a ver a sus amigos que quedaron acá, “entre ellos Clerice, Tola, el Doctor Fernández, Coca Rodríguez, el Doctor Bachini”. Una especie de promesa que se hizo cuando ella murió. Claro, solo se encontró con Coca.

Caminar sus calles, recorrer sus lugares, ya no es lo mismo, “aunque el cine sigue estando. Si habré mirado películas allí”, en alusión al Cine Teatro Español, por donde anduvo recuerda a Elena, lo hace con la nostalgia de un amor incondicional, de esos que duran para toda la vida. “Con ella tuvimos dos hijos Carlos, que hoy me acompaña y Guillermo, que era piloto. Fue nada más y nada menos que quien condujo el famoso helicóptero que lo llevó a De la Rúa en el 2001. Falleció en un accidente en el trabajo”.

La charla recorre sus vaivenes entre la historia y el presente. El hombre de 90 años, tiene la memoria intacta, sobre todo cuando habla de su trabajo y su amada Elena. Admira el crecimiento de Puerto Deseado y repite que volverá en febrero para encontrarse “con viejos amigos”.“No sé por qué se retrocedió en cuanto a los vuelos que llegaban antes a la ciudad, tampoco lo sabía, quizás por seguridad. Aunque en mi época debíamos estar atentos a todo. Por ejemplo nosotros nos encargábamos de poner unos bochones que vienen con kerosene y prenderlos para hacer un camino para que aterricen los aviones” expresó acongojado.

Cacho deja un anécdota maravilloso de los momentos vividos en el aeródromo, “cuando llegaban los aviones, que no eran de muchos pasajeros, si había mucho viento debíamos darlos vueltas a pulmón. Le poníamos una soga en el ala, nos colgábamos y con el motor en marcha lográbamos girar la aeronave, aunque parezca mentira eso lo hacíamos para lograr llevar a pista al avión” y agrega, “era algo peligroso, pero había que hacerlo para concretar el objetivo”.

Por su lado Carlos nos cuenta que este viaje es “un poco cerrar una etapa de mi vida. Mi mamá falleció cuando yo tenía 4 años y mi papá siempre me decía de Puerto Deseado, lo linda que era y lo bueno que hubiese sido volver. Quería conocer la historia de mi madre desde su inicio, y es acá, en estas calles, con este frío donde, no solo nació, sino que también conoció al amor con mi padre”.

Una historia de esas que te permiten sentir y respirar amor, de esas que te provocan ese cosquilleo en la panza y te brindan la misma nostalgia que se le nota a Cacho en su mirada y que te da hasta envidia (si es posible usar ese término) cuando lanza de sus labios las palabras “Elena, mi señora”. Porque solo él y su subconsciente deben saber cuántas veces quisieron llegar a estas tierras.

Para Juan Oscar o Cacho, este viaje también es cerrar la historia. Más allá de sus 90 años y sus dificultades para caminar o escuchar, se siente lucido, entero, recuerda, añora y se encuentra con un Deseado cambiado, “crecido, no puedo creer que tanto. Pensé que me iba a hallar, pero claro son más de 60 años”.

Puerto Deseado siempre como protagonista. La vida de Elena y Cacho así la atestiguan, porque vivieron su amor en otras tierras pero siempre pensando en el pueblo que los cruzó, allá por la década del 50. 

Hoy comienza, quizás, a abrirse un nuevo capítulo en esta “novela”, porque Carlos ha abrazado el lugar y cree con conocer un poco más a su mamá. Pero más allá de un nuevo comienzo, es lindo saber que el Deseado de antaño supo contener y desarrollar historias que ahora se materializan con las huellas que fueron dejando sus protagonistas y que también forman parte de la creación de conciencia para seguir ilusionados en un futuro próspero, gracias al rico y fructuoso pasado vivido.