Hijo de la estepa patagónica, Mauricio “Chato” González defiende las tradiciones gauchas cerca del fin del mundo

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Mauricio Alberto “Chato” González nació en 1973 en la estepa patagónica del Coirón, la “Cola ´e piche”, la Uña de gato, el Calafate, el Molle y el Llaollín o Yaoyín, más precisamente en Gobernador Gregores, centro geográfico de la provincia de Santa Cruz, pueblo de chacareros y de carreristas de caballos.

Allí fue al jardín de infantes. Su padre era paratécnico de SENASA, inspector de sarna ovina. Sus abuelos paternos, inmigrantes españoles de la región de Asturias, fundaron una estancia de ocho mil hectáreas, que llamaron “Las Negras”, porque hallaron allí vacas negras matreras. Queda a 300 kilómetros al suroeste de Puerto Deseado, en la región del Bosque Petrificado.

En el año 1980 su familia se mudó a vivir a Puerto Deseado, sobre el mar Atlántico, pero pasaba sus vacaciones y algunos fines de semana en Las Negras, donde vivía su tío Mito, del cual aprendió desde “sancochar” o amansar un potro, a armar trampas para los zorros colorados que les comían los corderos, a castrar un yeguarizo, hasta a “medir las palabras para no estropear el silencio rural”.

Ya mayor de edad, Mauricio trabajó en el campo y más tarde hizo changas en el pueblo. Un día comenzó como chofer de un camión atmosférico, que con el tiempo logró comprar y hasta hoy esa actividad le da una estabilidad. En el 2002 se “acollaró” con Alejandra, quien hasta hoy pelea la vida, cuerpo a cuerpo, junto a él y le dio tres hijos.

En 2009 Mauricio compró media hectárea con su esposa a cinco kilómetros de “Deseado” y en  2015 emprendió un pequeño criadero de cerdos con 16 madres. Además de vender lechones “bien criados” -recordando las tradicionales carneadas-, empezó a elaborar y vender Jamones crudos, bondiolas, chorizos caseros con la receta asturiana de sus abuelos -conocidos como los “mal atados”- secos y ahumados.

Me cuenta que la colectividad boliviana le compra cerdos para cocinar sus “chicharrones”, un plato a base de trozos de cerdo cortados en tamaños medianos, fritos en el mismo tocino de la carne, a la olla o en discos de arados (con bordes altos), con mucha cebolla, y acompañados con una salsa extra picante como aderezo.

Desde chico, al Chato le gustaba escuchar los programas camperos y prefería las milongas y los payadores. En la escuela recitaba versos gauchescos y un día empezó a garabatear hasta que se largó a escribir cuartetas, sextillas y décimas. Desde 2013 a 2015 co-condujo “Atardecer campero”, en AM 740 Radio Puerto Deseado, un espacio para los músicos folcloristas, cantores, acordeonistas y payadores locales, donde comenzó a crear las publicidades con rimas bien “camperonas”.

A sus doce años empezó a desfilar, con caballos prestados, en las fiestas de la ciudad. Poco a poco fue colaborando en las distintas jineteadas y, juntando experiencias, llegó a formar parte de los jurados de las distintas jineteadas de la Patagonia. Hoy es vicepresidente de la Agrupación Gaucha “MAKAMENKE” -que significa “domador” en la lengua tehuelche- en la que ya lleva 25 años. Además es miembro de la Sociedad Rural, que es una de las más antiguas del país, con 107 años. El “Chato” formó parte de la organización de la Fiesta de la tradición, de la Fiesta Homenaje a los “Bravos de Malvinas”, y de otros festivales de jineteadas y destrezas. Ha participado de la Cabalgata a la Difunta Correa, en San Juan, y del Cruce de la Cordillera, por “los tres pasos sanmartinianos”.

Mauricio se hacía tiempo para administrar el campo familiar “Las negras”. Pero como a causa de la erupción del volcán Hudson, el mismo quedó improductivo desde el año 1991, su padre tuvo que invertir en la compra de otros dos campos, “El laurel” y “Cerro chato”. Este último, también para producción ovina, también los administra el Chato.

En esos años el avance del zorro colorado ya diezmaba las majadas, pero actualmente el mayor depredador es el puma, al que rastrean con perros adiestrados o con reflectores de noche y les tienden trampas y lazos. También en estos últimos años preocupa al sector ganadero la superpoblación de guanacos, para lo cual se ha implementado un plan estatal de manejo del animal.

A Mauricio le gusta hacer el cordero al asador, sin charquearlo -sin abrirle los cuartos-; y asados de Potranca, principalmente la parte de la “bania”, que es el vacío, también “al asador”. También el Costillar con paleta, de capón; o Bifes de picana de choique al disco, que son un manjar, bien adobados o simplemente con sal.

Otra especialidad es el el lomo de guanaco en milanesas. La carne de guanaco es ideal para preparar salamines o chorizos secos, dice el Chato. Otra curiosidad culinaria muy campera de aquellos pagos del sur -me cuenta- es la de preparar una salmuera con semillas de la chaucha del algarrobo.

A Mauricio le falta terminar su rancho, completar la educación de sus hijos y con eso ya se sentiría realizado. Su anhelo es que nunca se mueran las tradiciones camperas y seguirá luchando para que esto no suceda.

Eso sí, lo alienta el recuerdo permanente de su  “viejo”, Pipín” González, que lo educó con el ejemplo más que con la palabra, firme estampa de los patagónicos.

Fuente: Bichos de Campo